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Lúpulo Saaz

¿Cómo es el lúpulo Saaz?

Lúpulo Saaz: Elegancia Bohemia en un Sorbo

Imagina un campo de lúpulo en la hermosa Bohemia, una mezcla de tradición y frescura.

El lúpulo Saaz, con su origen en la región de Zatec, República Checa, es una joya clásica, el epítome de la elegancia en el mundo del lúpulo.

Características: La esencia del equilibrio

El Saaz no busca abrumarte con amargor. Más bien, ofrece una sutileza que equilibra a la perfección. Con notas florales delicadas y un toque de especias suaves,

Perfiles Ácidos

Con ácidos alfa que se sitúan entre el 2% y el 5%, y betas alrededor del 3% y 7%, el Saaz es una obra maestra de la moderación. Este lúpulo destaca por su elegancia y su capacidad para realzar los sabores sin dominarlos.

Usos: Aroma elegante y sutil

El Saaz es un lúpulo sutil. Al tener un nivel de ácidos alfa bajo el lúpulo saaz no es apropiado para aportar amargor y se emplea sobre todo para aromatizar la cerveza. El lúpulo Saaz es especialmente valorado por su perfil de sabor delicado y aromático,

El Encanto Bohemio: Un Paseo por el Campo

El Saaz te ofrece notas florales frescas y un sutil toque de especias que dan vida a cada trago.

El lúpulo Saaz es una oda a la elegancia y la tradición.

Ácidos Alfa:

2-5%

Ácidos beta:

3-7%

Cohumulona:

17-28%

Usos:

Sabor y aroma.

Estilos:

Pils, blonde

El nombre viene de que es un mosaico entre notas florales (azahar), cítricos (lima) frutas tropicales sobre un fondo terroso.

10º aniversario de la cerveza “Trooper”, de Iron Maiden, un fenómeno de mercado

Iron Maiden y sus cervezas lo petan de nuevo.

No. Aunque ahora miles de fans estén deseando gastarse sus dineritos en ellas, no vamos a decir que las cervezas de Iron Maiden son la caña, buenísimas, no, No. Porque no sería cierto.

Las cervezas de Iron Maiden son un claro ejemplo del poder del fenómeno fan, que es capaz de convertir en éxito un producto.

La cerveza Trooper cumple 10 años

Se cumplen 10 años del lanzamiento de la primera de las cervezas de Iron Maiden, “Trooper”.

Los ‘expertos’ en cerveza no le augurábamos tanta vida, sin embargo, los expertos en mercadotecnia seguramente sí: Esta cerveza, inspirada en una icónica canción de la banda, no tardó en convertirse en un éxito rotundo entre los fans de la banda, que son millones.

¿Y cómo quieren celebrarlo los británicos metaleros?

Con motivo del 10º aniversario, Iron Maiden y la cervecera Robinsons vuelven a capitalizar la marca Iron Maiden deleitando a sus fans con dos productazos que se van a vender como los churros.


Iron Maiden presenta una edición limitada de la cerveza “Trooper” original con una etiqueta especial conmemorativa de su décimo aniversario.

Pero la celebración de los 10 años de la aventura cervecera de la banda inglesa no acaba aquí. Parece ser que en términos cerveceros Iron Maiden quiere dar un paso más y ha exigido a Robinsons un mayor esfuerzo. Iron Maiden ha decidido abandonar la comodidad de los gustos genéricos y arriesgar algo más.

Trooper X Imperial 10th Aniversary, una Imperial Stout de 10%Alc/Vol, presentada en una botella de 66cl con un estuche muy chulo.

Trooper X Imperial 10th Aniversary 66cl

Pero hablemos un poco de la protagonista de esta historia…

La historia de Trooper

Robinsons Brewery es una cervecería independiente con sede en Stockport, Inglaterra. Fundada en 1838 por William Robinson, el control de la empresa ha pasado por seis generaciones de la misma familia. Robinsons era reconocida por la calidad de sus productos. Sin embargo, apenas nadie había oído hablar de Robinsons fuera de su entorno local hasta 2013.

¿Y qué ocurrió en 2013? Pues que la grandiosa banda de rock Iron Maiden, escogió a la pequeña cervecera de Stockport para estrenarse en el escenario de la cerveza craft.

¿Que quiénes son los Iron Maiden? No, a eso no voy a responderte… Ya deberías conocer a la banda de heavy capaz de movilizar a millones de fans.

En 2013, Iron Maiden presentaba su primera cerveza oficial, la que llegó a ser famosa cerveza “Trooper”.

Con su icónico diseño de etiqueta y el famoso Eddie de la portada del álbum “Piece of Mind”, Trooper causó furor y se convirtió rápidamente en un objeto de deseo para los coleccionistas y los seguidores de la banda, pero, ¿qué hay dentro de las botellas?

¿Cómo es Trooper, la cerveza que conquistó los paladares de los fans?

Trooper fue un éxito tanto en ventas como en adoración e idealización entre los amantes de la banda, un auténtico fenómeno para la sociología, pero no cuajó tanto entre los amantes de la cerveza en general, que beben cerveza y no etiquetas.

En términos cerveciles, la Trooper no es precisamente una maravilla. Se trata de una cerveza ale, de perfil británico, de color ámbar con un sabor bastante genérico que no ofrece nada innovador o sorprendente. Trooper no arriesga ni se esfuerza, no aspira más que a ser un producto apto para una inmensa mayoría. Su éxito radica en la lealtad inquebrantable de los fans de Iron Maiden, dispuestos a comprar cualquier producto relacionado con la banda.

Como era de esperar, a la vista del fenómeno Trooper, el universo del rock se volcó en la cerveza, al ver en ella la posibilidad de monetizar la lealtad de sus fans. Durante unos años, no había banda que se preciara que no tuviera su propia ‘cerveza oficial’. Este fenómeno llegó también a España donde bandas de segunda fila presentaron también sus cervezas ‘oficiales’.

Iron Maiden y su salto al mundo cervecero:
Un regalo para los fans y también para quienes vivimos de vender cerveza.


Comprar cervezas de Iron Maiden


La evolución de Trooper, simple mercadotecnia

Tras el éxito de “Trooper”, Iron Maiden y Robinsons, para aprovechar el entusiasmo de los fans y la creciente popularidad de su línea de cervezas, lanzaron otras variedades, algunas algo más arriesgadas que la primera pero sin mucha ambición.

1. Trooper 666: Esta cerveza es una versión más fuerte de la original que no aporta mucho en términos de sabor o complejidad.

2. Red ‘N’ Black Porter: Aunque esta cerveza es presentada como una cerveza compleja, esta porter no destaca frente a otras opciones de su estilo disponibles en el mercado.

3. Fear of the Dark: Esta cerveza Stout de edición limitada tiene un perfil más interesante que otras de la gama, pero nada en ella justifica su existencia más allá de su relación con el grupo y la atracción de los coleccionistas.

En conclusión: Hasta ahora, la serie de cervezas Trooper iba dirigida a los fans de Iron Maiden, y ya estáQuizá la nueva Trooper Imperial Xth Aniversary marque un cambie de rumbo y el matrimonio Iron Maiden & Robinsons nos depare sorpresas agradables también a los cerveceros.

Bravo por Iron Maiden y Robinsons

Aunque las cervezas de Iron Maiden no destacan por su calidad cervecera, son un éxito en términos de venta. Su éxito radica en el poderoso fenómeno fan que rodea a la banda ya que los seguidores incondicionales están dispuestos a probar y coleccionar cualquier producto relacionado con sus ídolos, sin importar si alcanza un mínimo de calidad.
Es innegable la capacidad de Iron Maiden para crear una comunidad global de fans apasionados.

En última instancia, que estas cervezas sean tan populares y exitosas en el mercado, se debe a la conexión emocional que tienen los seguidores con la banda.
Conexión emocional = satisfacción = felicidad.
De conexiones emocionales podemos hablar largo y tendido los que trabajamos con cerveza craft, porque es quizá el factor más determinante en la decisión de compra. Los paladares expertos no son inmunes a la influencia de la conexión emocional sucumben muchísimas veces a la influencia de la marca, de la etiqueta, del nombre, del origen… ¿Cuántos paladares expertos cerveceros están dispuestos a pagar un 30 o 40% más por una Mikkeller solo porque es Mikkeller? ¿Cuántas veces nos decidimos por una cerveza, descartando otras similares, porque nos gusta la etiqueta, porque el nombre hace alusión a una peli que nos encanta, porque la cervecera es de mi pueblo… ¿Cuántas veces determinante en la elección de compra un factor ajeno a la calidad del líquido?

La cerveza es un producto totalmente prescindible, ahí radica su encanto y su magia. Es superflua, banal, trivial, hedónica… y su existencia, en la actualidad, solo tiene un sentido, que es hacer feliz a la gente. Y es obvio que la unión entre Iron Maiden y Robinsons hace felices a miles de fans.

Por todo esto, las tenemos todas en nuestra web sin ningún rubor! Y además bien contentos que estamos de ello. Porque no, no son las mejores cervezas del mundo; sí, son un producto de marketing… y hacen feliz a mucha gente, y de eso se trata.

¿Por qué bebemos la cerveza muy fría?

¿Por qué la cerveza se bebe muy fría?

Esta pregunta conlleva una afirmación, que es que la cerveza, toda la cerveza, se bebe siempre muy fría, y eso no es así, ni mucho menos. Aunque en España nos pirramos por una cerveza ‘helada’, no toda la cerveza se debe beber tan fría como hacemos nosotros. De hecho, en otros países de ‘mayor cultura y tradición cerveceras’, como Inglaterra, Alemania, República Checa o Bélgica, la cerveza no se consume tan fría como aquí.

Beber la cerveza helada es una cuestión cultural… y es que cada cultura tiene costumbres diferentes a la hora de consumir los alimentos y las bebidas, dependiendo de tradiciones y, también, de sus circunstancias.

Beber la cerveza helada es una cuestión cultural, a veces, precisamente, de falta de cultura cervecera.

Si, en España, en general, la cerveza se bebe muy fría, excesivamente fría.

¿Por qué decimos ‘excesivamente’ fría? Pues porque es cierto que cada uno decide cómo le gusta la cerveza, fría, caliente, en vaso, jarra, copa o ‘a gollete’, con limón, hielo o tabasco, pero solo tomándola a la temperatura adecuada y en el recipiente adecuado se apreciarán todas las cualidades que puede ofrecernos esta bebida tan fascinante.

Sin embargo, el exceso de frío puede convertir una cerveza sabrosa, compleja y llena de matices en una bebida simple, plana.

Si por el contrario se sirve demasiado caliente, sobresalen los aromas y sabores, pero también el alcohol, que lo domina todo. A medida que la temperatura de a cerveza se aproxima a la ambiental, también toma protagonismo el amargor de los lúpulos y el gas carbónico, que se hace mucho más presente, llegando a ’empachar’, con lo cual, tampoco se vive la experiencia tal y como debería ser. 

Resulta que cada estilo de cerveza tiene un rango de temperatura ideal de cata. Cada tipo de cerveza se debe consumir a una temperatura concreta y esto no es un capricho, es necesario para poder apreciarla bien y captar todos los matices. Algunas cervezas se diseñan para ser degustadas a temperatura ambiente y otras, en cambio, se deben beber casi congeladas. (En otro post trataremos con detalle esto de las temperaturas específicas de cada tipo de cerveza.)
¿Por qué te sorprende tanto? ¿No pasa lo mismo con el vino, que algunos de beben muy fríos y otros solo fresquitos? Pues con la cerveza ocurre lo mismo. Y esto lo saben bien quienes ‘entienden’, aunque ellos también pierdan la cabeza por una cerveza ‘bien fresquita’ de vez en cuando.

¿Por qué en España se bebe la cerveza excesivamente fría?

España es un país cálido, por eso aquí las bebidas en general apetecen más frías que en países de clima más frío.

Por otra parte, aquí, para el público generalista, hablar de cerveza es referirse a las cervezas de mediodía, las típicas pseudopils, las lager ‘industriales’, esas que bebemos a veces directamente de la botella de manera mecánica. Y es que hasta no hace mucho parecía que no existiera ningún otro tipo de cerveza más porque las grandes marcas no fabricaban otra cosa y la oferta en los bares se limitaba a una o dos variedades prácticamente calcadas. Esos productos son claramente ‘refrescos con alcohol’, y están pensados para ser consumidos a una temperatura mucho más baja que otros estilos.

En España, se ha creado la idea de que la cerveza debe consumirse a una temperatura muy fría debido a la influencia de las grandes cerveceras y sus estrategias de promoción. Estas compañías transmiten el mensaje de que la cerveza es mejor cuando se sirve extremadamente fría, y a veces utilizan la baja temperatura como un reclamo publicitario, mostrando grifos de cerveza cubiertos de escarcha y utilizando nombres que evocan temperaturas glaciales.

Las marcas de cerveza más populares en España, como Estrella Damm, Mahou, Amstel, San Miguel, Cruzcampo…entre otras, promueven activamente este modelo de consumo, enfatizando la idea de la cerveza “helada”.

¿Por qué todo esto? ¿Es conveniente beber la cerveza tan fría?

Pues… a ver… Para poder disfrutar plenamente de una cerveza, se debe consumir a la temperatura que potencie sus cualidades, que permita apreciar los mil y un matices de sabores y aromas que le dan las maltas, los lúpulos y el resto de ingredientes. Y es precisamente por eso por lo que la macroindustria cervecera está tan empeñada en convencernos de que la cerveza se tiene que beber helada, sí, precisamente por eso.

La costumbre de beber la cerveza helada beneficia a las malas cervezas.

¿Por qué interesa que se beba la cerveza helada?

A las grandes marcas de cerveza y a la hostelería genérica les conviene que tomemos la cerveza muy, muy fría. De ese modo, consiguen que el consumo de cerveza se reduzca a la mera ingesta lúdica, rápida e irreflexiva (y abundante) de un refresco con alcohol y todo esto favorece a las cervezas ‘industriales’ por varios motivos.

El frío enmascara los defectos

Al igual que ocurre con el vino y con cualquier bebida y comida, no se puede saborear una cerveza a 2 ⁰C porque a esas temperaturas las papilas gustativas se adormecen y porque la cerveza está ‘cerrada’, ya que el frío excesivo disminuye la volatilidad de los componentes aromáticos. Cuanto más fría está la cerveza, menos carbónico desprende; y resulta que los componentes aromáticos de la cerveza se expresan precisamente en las burbujas.

Las cervezas generalistas, mejor muy frías

Por lo general, las cervezas ‘industriales’ son productos dirigidos a un nicho de mercado muy amplio. Para abarcar tantos paladares los fabricantes tienen que elaborar productos sin personalidad definida que satisfagan las necesidades de un mercado extenso y variado. Por este motivo, la inmensa mayoría de cervezas ‘industriales’ son prácticamente iguales, casi intercambiables, y solo sirven para refrescar y quitar la sed, y por este motivo deben beberse muy frías.

Las cervezas simples, mejor muy frías

Los macrofabricantes de estas cervezas suelen imponer la política de costes en detrimento de la calidad, tanto en el proceso de elaboración como en la elección de ingredientes, y el resultado son productos muy simples, cervezas planas y carentes de matices, aromas y sabores. Así pues volvemos a la estrategia de inculcarnos que la cerveza se bebe muy fría y a morro, para que no podamos apreciar la absoluta falta de matices.

Pero que la cerveza se beba rondando el 0 absoluto no solo les interesa a los fabricantes de esas cervezas, sino a toda la cadena de distribución de la cerveza ‘macro’. A los bares también les interesa que bebamos la cerveza muy fría porque:

Las cervezas muy frías se beben más rápidamente

El frío reduce la sensación de cuerpo en la cerveza. Una cerveza fría se siente más ligera y refrescante en la boca, lo que la hace más fácil de bebe, por eso ‘una cerveza muy fría baja muy bien’.

Cuando la cerveza está muy fría, la bebemos como un refresco y para quitar la sed, rápido y mucho, y sin degustar ni prestarle atención a lo que bebemos. De este modo bebemos sin pensar, como acto social, como un automatismo, y bebemos más. Y eso le conviene, y mucho, a los bares.

Las cervezas muy frías no se distinguen

Además de beber más (y gastar más), si no prestamos atención a lo que nos sirven, nos pueden poner una marca u otra, según la oferta comercial que más interese al establecimiento.

Existen más razones para servir la cerveza extremadamente fría:

  • Imagina lo que implicaría para un bar servir cada cerveza a su temperatura adecuada. Sería necesario contar con múltiples temperaturas en los refrigeradores, con refrigeradores adicionales, y todo esto significa inversión y más trabajo.
  • Servir la cerveza a su temperatura adecuada requeriría del barista conocimientos del producto que está sirviendo, incluyendo sus especificidades y características particulares, y también implicaría más trabajo.
  • Y eso, además, podría dar lugar a que los consumidores nos volviéramos finos, sibaritas y tiquismiquis e incluso que nos diera por pedir copa o vaso en lugar de beber a morro, y más cacharros sucios que lavar.
  • Otra ventaja del consumo inconsciente y mecánico de la cerveza para los locales es que estos no tienen que preocuparse por la buena conservación del producto, ni por su caducidad, ni por la limpieza de los grifos…

Y con todo esto no estoy sugiriendo que los baristas sean unos vagos que tratar de evitarse trabajo y ganar dinero a costa de la ignorancia del cliente, no. La profesión de barista es una de las más esclavas y duras, y detrás de la barra hay muy poco glamour, te lo dice alguien que conoce bien el tema.

Cerveza muy, muy fría, rozando el 0 absoluto.

La hostelería, en general, como cualquier otra industria, busca maximizar su eficiencia y rentabilidad. Por lo tanto, es comprensible que muchos bares opten por trabajar con productos genéricos y económicos para mantener sus costos bajos y atender a una clientela más amplia. Otros locales, en cambio, prefieren especializarse y trabajar con productos de alta calidad. En esos locales, en los cuales saben apreciar y tratar el producto, y disfrutan con ello, nunca te servirán una cerveza helada.

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Es lo que hay…

Cerveza, música y libros. Quizá tanto sea demasiado.

(VA DE CERVEZA, AUNQUE EMPIECE EN PLAN ABUELA CEBOLLETA)
Soy de la época de los casetes y del vinilo. Yo era más de vinilo porque la calidad del sonido era mucho mejor, las cintas se gastaban y cada vez se oía más opaco, más mate, peor…
Que alguno de mis grupos preferidos sacara un disco nuevo. era una ilusión. Me ponía a ahorrar duro a duro de mi asignación semanal para comprármelo.
Cuando había conseguido reunir el dinero suficiente, me iba a la tienda de discos del barrio, buscaba por orden alfabético entre las novedades, pagaba y me iba súper feliz a casa a escuchar el disco nuevo hasta casi gastarlo.
La primera audición era una escucha ligera, sin pararme en detalles, como sobrevolando el disco, a ver cómo sonaba por encima la nueva colección de canciones. Y luego ya pasaba a degustar los temas uno a uno: me ponía los auriculares y escuchaba las canciones a sorbitos, gozando cada nota, paladeando cada matiz, analizando el conjunto final.
Ya en ese primer pase, reconocía yo las que con casi toda seguridad iban a ser mis canciones favoritas del LP y cuáles solo estaban para rellenar el disco y llegar a los doce temas. Para mí, fan leal, todas las canciones eran maravillosas, con sus defectos incluidos, y las escucharía cienmiles de veces más y me hacían feliz cada vez.

También soy de la época del libro en papel.
De niña y adolescente, yo leía tanto, tanto, tanto, tanto… que mis padres no podían comprarme libros suficientes para saciar mi hambre de letras.
Cada inicio de curso, hinchaba la lista de lecturas obligatorias con títulos que quería leer. Mi madre decía: ‘Uy, sí que os hacen leer este año, mejor, mejor…’
Empezaba el curso habiéndome leído todos los libros de texto, el de Mates y Religión incluidos.
Los cumpleaños, santos, reyes y papanoeles significaban para mí libros, libros, libros, libros que nunca duraban más de 4 días, aunque la ilusión durara más. Y así era feliz.
Releía los libros, hasta 20 veces algunos, y cada vez disfrutaba al menos tanto como la primera. (También leía los botes de gel, los prospectos de las medicinas, las guías telefónicas, el diccionario, la Biblia y los Evangelios, los folletos publicitarios… Al menos me quitaba el mono. No es broma. Así he salido, digo yo.)

Cuando apareció internet, empecé a probar música nueva para mí. Iba de un extremo a otro ansiosa por no dejarme nada sin escuchar.
Me descargué miles de mp3 ¡¡gratis!! Era un sueño hecho realidad! No tenía más que escribir el nombre de la canción para tenerla en mi pc disponible para escucharla cuantas veces quisiera. Devoré cientos y cientos de temas, conocí cientos y cientos de intérpretes, estilos, versiones… Me descargaba frenéticamente temas a mogollón que nunca llegué a escuchar. Iba de un archivo Mp3 a otro, descubriendo y probando y desechando implacablemente. Cuando una canción no me enganchaba con los primeros compases, pasaba a la siguiente. ¿Para qué perder el tiempo con una canción que no me chifla si tengo miles para escuchar?
Entonces, precisamente por eso, la música perdió algo de valor para mí. Bueno, no valor sino ilusión.

Me pasó algo parecido con los libros: descubrí que a los adultos, de repente, los libros les molestan en casa y los tiran a la basura o los regalan. Descubrí también las librerías de ‘viejo’, donde venden los libros al peso. Descubrí bibliotecas borgianas digitales legales e ilegales, grupos de IRC de intercambio de libros… Tenía a mi alcance cientos, miles de libros, clásicos y novedades, en formato texto y en papel, de todas las temáticas existentes, muchos más libros de los que podría leer en 20 vidas.
Y entonces los libros dejaron de tener valor para mí. Bueno, no valor sino ilusión.

Cerveceramente hablando, soy de la época del atmosférico, del lúpulo en flor y del dedo de barrillo en el fondo de la botella; de la época de ‘la rubia, la tostada y la negra’ porque todavía no habíamos pasado de las Pale Ale a las India Pale Ale ni sabíamos dónde quedaba la India; de la época en la que si filtrabas o usabas pellet ya no eras artesano.
Soy de la época en que las contaminaciones eran el pan nuestro de cada día y se disfrazaban de ‘edición saison’. Consultábamos Ratebeer y Beeradvocate (Untappd me pilló a contrapié y sobria y nunca nos hemos caído bien), el Bar & Beer era gratuito y parecía un periódico, admirábamos a Pivni Filósofo, el argentino nórdico de Praga, y Andrés copiabapegaba y traducía para su bloguillo.
Sobreviví a la fiebre del lúpulo amarillo, a la del lúpulo chinook y a la del lúpulo cascade, y me hice más fuerte.
En aquella época, Zulogaarden y 2D2Dspuma eran amigos (mucha gente creía que éramos los mismos), Bleder Cova de Drac era el petrolako más petrolako, Dougall’s ya hacía los birrotes que hace ahora pero con gluten, Naparbier elaboraba solo una Dunkel y una Pils que vendía casi toda en barril en los bares de alrededor, Almogàver era Sanchís, Agullons ya venía de vuelta de todo, incluso antes de ir, a Mikkeller solo lo conocía su hermano, Brewdog elaboraba en un garaje…
Cada vez que una de nuestras cerveceras favoritas anunciaba una novedad, tras meses de ensayos con la receta, se nos comía la ansiedad y las ganas, y la ilusión. Eso ocurría una vez cada 6 meses, con suerte, y ocupaba todas las portadas. Nos cascábamos media caja solo para comprobar que estaba bien, que no tenía defectos, que no estaba contaminada y que era tan buena como nosotros deseábamos que lo fuera. A veces perdíamos la perspectiva, la verdad sea dicha, pero éramos felices.
Anunciábamos la novedad entre los fans de la marca, que venían a petar el primer barrilako vestidos de horcos… y éramos muy felices y estábamos muy borrachos.

Pero entonces la cerveza se volvió loca, se dejó la barba, aprendió americano, se le cayeron los dedos corazón y anular de ambas manos, compró una enlatadora, puso en nómina a un comunity manager, a un ilustrador y a un marketer, y se abonó al hype y al guayismo.
Ahora la cerveza me sigue apasionando pero ya no la vivo como antes, no ha perdido valor para mí porque sigo viéndola a pesar de todas esas distorsiones, pero sí ilusión.

El placer de lo sencillamente bueno

Durante un tiempo, Steve (Huxley) venía por el bar muchos lunes.

En aquel entonces, en esto de la birra artesana (todavía la llamábamos así), éramos muy pocos y nos conocíamos todos, para bien y para mal. Hablábamos de birrangelización, como si beber birra buena te fuera a salvar el alma.
Había pocos bares, un par de tiendas y poquísimos consumidores.

La Anchor Liberty que bebíamos en España todavía estaba rica, ¿te lo puedes creer? Basqueland no era ni un proyecto y los de Brewdog hacían birra en un garaje.
Steve entraba, nos daba dos besos, farfullaba algunas frases bajo los pelos amarillos del bigote, se pedía una Anchor Liberty y se sentaba en la terraza al sol, a fumar y callar.
A mí me sorprendía mucho. Con los pepinakos que teníamos en carta y se pedía una birra tan… ‘sencilla’??

El placer de lo sencillamente bueno.

Un lunes, tras muchos lunes, en lugar de preguntarle directamente sobre lo que me inquietaba, le ofrecí una archiburra IPA americana recién adquirida, bien transparente y cristalina, con su toque de color y millones de IBUs resinosos, que eran las birras por las cuales se daban de hostias los friquis cerveceros de entonces. Steve la rechazó con delicadeza, me pidió una Liberty, como siempre, y se fue, como siempre, a la terraza.
No recuerdo si fue ese lunes u otro, este dato no tiene importancia, el caso es que al final le acabé preguntando que cómo es que se pedía esa cerveza, que era muy suave, muy sencilla ‘con las birrakas que tenemos en la carta!’
No recuerdo exactamente sus palabras, aunque sí que fueron pocas, con las que me explicó que, cuando has probado tantas cervezas como él había probado, que cuando has ido y vuelto tantas veces, acabas harto de estridencias. Me dijo que es entonces, cuando ‘sabes mucho’, cuando prefieres cervezas sencillas porque es precisamente cuando sabes apreciarlas; y que una cerveza sencilla bien hecha es lo máximo.
No lo niego: pensé que era un poco de postureo. Steve también tenía derecho a posturear, ¿o no?

Años después, cuando me veo perder el culo por las pils y las pale ale, cuando me oigo decir cosas como ‘uf, qué pereza me da probar esa birra de tantos grados o tantos ibus o tantos mandangos…’ o llegar a un local especializado y preguntar ¿tienes alguna buena pils? me acuerdo de Steve. Entonces pienso que seguramente los del local están pensando que, o no tengo ni puta idea o que soy una postureta; también pienso que quizá ya se ha acabado una etapa de mi vida y que tal vez ya sé algo sobre birra.

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El estilo Märzen – Oktoberfestbier – Festbier

¿Qué es el estilo Märzen?

“Märzen” proviene de la palabra alemana para marzo, ya que históricamente esta cerveza se fabricaba en marzo y se guardaba durante los meses de verano.

El estilo Märzen es uno de los estilos alemanes de cerveza más conocidos en todo el mundo. Tiene su origen en la región alemana de Baviera, un estado en el sureste que limita con Liechtenstein, Austria y la República Checa. La capital de Baviera es Múnich, donde se celebra el festival de cerveza más famoso del mundo: el Oktoberfest. Y precisamente este festival, el evento cervecero más tradicional, importante y multitudinario del mundo, tiene mucho que ver en el origen del estilo Märzen, por eso es conocido también como Oktoberfestbier y Festbier.

El estilo Märzen es conocido por ser la cerveza oficial del Oktoberfest. Sin embargo, el estilo Märzen no se limita a Baviera, muchas cervecerías de todo el mundo elaboran su propia versión de esta cerveza, dando lugar a una gran variedad de estilos y sabores.

¿Cómo es el estilo Märzen?

Las cervezas Märzen son de baja fermentación (no confundir con baja graduación, que no tiene nada que ver). La baja fermentación es aquella que se produce entre los 6 y los 12 ºC.
El estilo Märzen requiere un proceso de crianza, que se guarda durante varios meses antes de embotellar para mejorar su sabor y estabilidad. Durante este tiempo, la cerveza madura y se vuelve más compleja en sabor.

El estilo Märzen se caracteriza por su color dorado, su limpidez y su sabor suave y bien equilibrado.
Son cervezas de cuerpo ligero. En ellas, la malta es la protagonista. La presencia del lúpulo es muy discreta ya que se utiliza principalmente para compensar el dulzor de la malta. El alcohol en estas cervezas suele estar en el rango de 5-6%.

Cervezas Märzen en el Oktoberfest
Cervezas Märzen en el Oktoberfest

La cerveza Märzen se fabrica con malta de cebada, lúpulo y levadura lager. La malta utilizada suele ser de cebada de alta calidad, tostada suavemente para darle un sabor a caramelo y un color dorado. El lúpulo utilizado suele ser de bajo amargor y poco aromático, muchas veces de variedades nobles. La levadura lager es responsable de la característica principal de esta cerveza, su sabor limpio y fresco.

¿Cuál es el origen del estilo Märzen?

Durante la Edad Media, no existían medios para controlar las temperaturas y la elaboración de cerveza se veía expuesta a los rigores del clima. Durante el verano las altas temperaturas propiciaban muchas contaminaciones. Entonces, en 1539, u na ley prohibió la elaboración de cerveza durante el verano para minimizar el riesgo de contaminaciones. Según dicha Ley, la cerveza solo se podía elaborar entre el día San Miguel, el 29 de septiembre, y el día de San Jorge, el 23 de abril.
Además, la cerveza de fermentación baja, lager, necesita una temperatura de entre 6 y 12° C para la fermentación.
Para poder disponer de cerveza durante el verano y abastecer los festivales populares de Otoño (los Oktoberfest), se elaboraban grandes cantidades de cerveza. Para que la cerveza resistiera los rigores del verano sin estropearse, se empleaba más malta, para conseguir una cerveza más robusta y con más alcohol.

El origen de las cervezas IPA es similar, también se modificó una receta popular tradicional para proteger la cerveza del calor. Sin embargo, los cerveceros británicos optaron por echar más lúpulo a la cerveza y confiar la seguridad de su producto a las propiedades bactericidas y fungicidas del lúpulo, en lugar de apostar por aumentar la densidad del mosto y obtener más alcohol.

Así nació el estilo Märzen. La cerveza se elaboraba en marzo y se guardaba en barricas de roble durante los meses de verano. Esto le daba un sabor más complejo y maduro a la cerveza. Con el tiempo, este estilo se volvió cada vez más popular en Baviera, y se elabora y consume durante todo el año y en todo el mundo.

¿Quieres probar cervezas Märzen – Oktoberfest – Festbier?

El estilo Märzen y el Oktoberfest

El Oktoberfest es un festival que se celebra en Baviera entre septiembre y octubre. Durante el Oktoberfest, las cervecerías locales ofrecen cervezas Märzen a los asistentes. Este es el motivo por el cual este tipo de cerveza acabó adoptando también los nombres de Festbier y Oktoberfest. ​

La casa muniquesa sigue el canon del estilo märzen para estas fechas. Estamos ante una lager envejecida, elaborada en marzo para ser consumida en septiembre y octubre. Este envejecimiento genera una prominencia de las maltas, que sumado a una mayor proporción de maltas tostadas, resulta en una cerveza algo más dulce que otras lagers rubias de la región. Esto se advierte ya en su color ambarino y en su aromas.

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La calidad en la cerveza, según Marc Roig

Qué difícil es definir la calidad. Muy difícil. Tan difícil que he decidido inventarme una teoría. Es arbitraria, patillera y además la iré improvisando sobre la marcha. La metodología es poco ortodoxa, pero sirve para afrontar de una manera sencilla lo que yo considero que define este término tan abstracto y escurridizo. La llamaré “Teoría de las cuatro patas”, y también le pondré otro nombre porque sí: La “Teoría de la silla coja”. 

La “Teoría de las cuatro patas” se fundamenta en que para que un producto pueda ser considerado “de calidad” tiene que manejarse adecuadamente y no fallar en una serie de cuatro características fundamentales. No es necesario que sea excelente en todas, pero debe tener un desempeño notable. Esta teoría también hace una suposición (atrevida si no directamente falaz), y es que la cadena que lleva el producto al consumidor se va a portar de manera ejemplar en todos los casos. Así pues, se considerarán negligibles los supermercados que conservan botellas a 26ºC con luz directa, los bares que tienen barriles en la terraza aguantando las inclemencias del tiempo día y noche, el camión de [inserte marca de cerveza aquí] aparcado a pleno sol en agosto, etcétera.

Bueno, al lío.

Para que un producto sea de calidad, debe (porque lo digo yo, porque decir es gratis) sustentarse en estos cuatro factores:

La importancia de la Estabilidad en la calidad de la cerveza

Un producto que es bueno pero no lo es cada vez, no es un ‘buen producto’. A lo mejor son distintos ‘buenos productos’ bajo un mismo nombre, pero no es lo mismo. Tenemos que partir de un hecho objetivo y observable, y es que las personas retenemos mucho más las malas experiencias de compra que las buenas. En muchas ferias de antaño (porque esto ya no pasa… porque ya no pasa, ¿no?) probamos muchas cervezas malas, que se tenían que vender porque en caso contrario no salían los números, pero los comentarios generales siempre iban en una dirección: pan para hoy, hambre para mañana. Al público le cuesta mucho repetir cuando un elaborador falla, y esto es así aunque anteriormente haya probado alguna referencia buena.
Así pues, la cerveza (o cualquier otro producto de consumo) se tiene que repetir de la misma manera lote tras lote. Y, cuidado, que esto va más allá de la buena técnica (véase la segunda pata), puede ser una cuestión del gusto del consumidor. Si un cliente encuentra muy buena una cerveza por una serie de características (por la agresividad del lúpulo, por su maltosidad…) se puede “enfadar” si en lotes posteriores, técnicamente perfectos, estas variables que tanto le han gustado cambian (y conste que no miro a nadie, ¿eh BrewDog?). El cliente que quiere sorpresas cambia de marca, el que repite quiere lo que le gustó en primera instancia. Espera, un momento… He nombrado a BewDog. ¿Alguien duda que su Punk IPA es una ‘cerveza de calidad’? Pero si se meó (a chorro gordo, tras comer espárragos) en esta primera pata de la teoría que es la ‘Estabilidad’, ¿no? Bueno, yo personalmente creo que en casos como el de Punk IPA estamos hablando de dos cervezas de calidad distintas bajo el mismo nombre. No es una cerveza que fuese irregular per sé, simplemente cambió de receta y, por supuesto de target. La buena técnica la mantuvo, cosa que nos lleva a la segunda pata.

La importancia de la Técnica en la calidad de la cerveza

En cada arte se valoran una serie de hechos muy distintos. En el que nos ocupa, que es el arte de hacer buena cerveza, podemos enumerar unos cuantos. Para resumir, soltaré que estos hechos suelen definirse en guías de estilos, y no suele depender de qué guía usemos para que sean válidos. La definición de buena técnica cervecera convive de manera etérea e implícita en la guía BJCP, la guía de la BA y cualquier otra guía con cierta solera. Podemos identificar defectos absolutos (cervezas podridas, cervezas con sabor a óxido de hierro, pils con aromas intensos de pedo choricero, etcétera) y otros más difusos que suelen tener que ver con la cantidad de aromáticos (exceso de diacetilo, falta de carácter de lúpulos frutales, falta de ésteres de plátano…). El ajuste a estilo creo que es importante para catalogar la cerveza, para que el cliente sepa qué va a encontrar y para unificar criterios en concursos, pero no a la hora de valorar su calidad (salvo absurdeces flagrantes como una Belgian Blonde de color negro y sabor a chocolate, que sería básicamente un engaño). Por estos motivos, no será difícil calificar una cerveza de técnicamente buena cuando carezca de defectos absolutos, apartando un poco la mirada cuando hablamos de matices más subjetivos. Para poner un ejemplo: todo el mundo está de acuerdo que una persona de 6 años no es adolescente. De la misma manera, tenemos claro que una de 80 tampoco lo es. ¿Pero una de 11 o 12? Podemos tener dudas. Por este motivo es interesante centrarse en lo que es evidente, y dejar el matiz en un discreto segundo plano que no interfiera.

La teoría de Marc Roig sobre la calidad de la cerveza

La importancia de la relación Calidad-Precio (Valor añadido/Precio) en la calidad de la cerveza

El valor añadido en principio se puede definir con la frase “qué me das por mi dinero que los demás no me dan”. Parece ajeno a la calidad, porque esto depende en buena medida de lo que uno espere. Existe una “bastardización” del valor fruto del hype y las expectativas, pero si nos ponemos a pensar, la calidad tiende a empoderar el producto. Dicho de otra manera, algo bien hecho y deseable (léase valioso) suele poderse vender más caro. Si de manera abstracta pensamos en “cervezas de calidad”, las primeras que nos vengan a la cabeza, en todas ellas indudablemente habrá alguna característica destacable que nos habrá activado nuestras sinapsis mentales. Me planteo si una cerveza industrial excelentemente insulsa puede ser de calidad si no ofrece casi nada de valor añadido. ¿Casi nada? Más allá de la estabilidad ofrece bebistiblidad, aversión al riesgo  y una absoluta falta de ganas de ofender, que para algunas personas no es poca cosa. Y todo esto, claro está, a un coste que podemos situar en la parte baja de la gráfica. ¿Y qué más da el precio como cifra? Da absolutamente igual, si no lo comparamos con todo esto que hemos nombrado.. Si nuestro producto no está en un buen rango, vamos a perder clientela, vamos a desaparecer.

La importancia de las Capacidades del sujeto en la calidad de la cerveza

No nos podemos olvidar de la “responsabilidad” que tiene el comprador a la hora de valorar un producto. En este punto podemos englobar toda una serie de factores: la cultura del comprador, su experiencia, su percepción, etcétera. En la música es muy evidente: una persona que no esté acostumbrada y que no haya disfrutado de mucha música es difícil que valore adecuadamente la Gran Fuga de Beethoven. Para el profano, es un amalgama de sonidos disonantes y casi aleatorios; no goza de la capacidad de apreciar una obra que, para los entendidos, tiene un valor musical incuestionable. El sesgo sobre la calidad de un producto está fuertemente impactado por una cuestión de gusto y de experiencia.

No nos podemos olvidar de la “responsabilidad” que tiene el comprador a la hora de valorar un producto.

Cerveza de calidad

El sesgo sobre la calidad de un producto está fuertemente impactado por una cuestión de gusto y de experiencia.

Por eso, esta pata, la de las capacidades del sujeto, es un dedo más corta que las otras tres, y provoca que la silla constantemente esté bailando. No es descartable que un buen analista de sillas (si es que esto existe) opte por arrancar esta pata y transformar el artefacto en taburete.
He estado dándole vueltas a la cuestión de si la calidad de un producto es 100% objetiva y he “querido” decidir que no. Creo que lo subjetivo juega un contrapunto interesante. Podríamos meter por aquí la cultura, la sociedad, nuestra coyuntura… La calidad de hoy no tiene por qué ser la calidad del mañana, aunque tengo la percepción que la calidad en muchos casos trasciende. La calidad parece ser duradera.

En fin, creo que no he arrojado nada de luz a la pregunta sobre qué es la calidad. Lo único que me queda claro es que es un tema sin una verdad absoluta. Habrá que seguir dando vueltas al asunto, en una noria de temas irresolubles. Mira, por ahí viene el tema de “qué es el craft.” Ni tan siquiera un ensayo de Peter Brown ha logrado frenarlo.

Marc Roig Casanovas
Soy aficionado a la cerveza desde 2004, cuando probé mi primera Hoegaarden. Luego vinieron mi primera Rochefort 8, mi primera Cuvée Delphine, mi primera Cantillon Kriek, mi primera Pura Pale, mi primera Green Madness y mi primera Urquell de tanque. Así pues, en la rueda de hamster de todo cervecero que se precie estoy en el punto del retorno a las lagers, ya limpio del pecado original de considerarlas aburridas e insulsas. Por mi suerte y mi desgracia, también me gustan todos los demás estilos.
Me saqué el título de juez cervecero leyendo libros de cerveza mientras bebía multitud de marcas y variedades. Me sigue pareciendo una doble actividad casi insuperable y un motivo más que suficiente para haberlo hecho. Este y también poder achinar los ojos y escrutar al que te dice en las ferias “no se ha contaminado, es una Flemish Red IPA
“.

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Cervezas Bailandera y Cervezas impliK2 Attack the Sadness!!

Attack the Sadness!! es la secuela de un proyecto que duró varios años y ediciones llamado Attack the Krab!!, una cerveza solidaria que recaudaba fondos para financiar la investigación del cáncer. La última edición de Attack the Krab!! se agotaba justo cuando un puto coronavirus le pasaba la mano por la cara a nuestro modelo relacional y ponía contra las cuerdas nuestro sistema económico.

Con la que lio la Covid: la economía paralizada, la población confinada en casa, el miedo al prójimo, los ancianos muriendo a decenas, la falta de recursos, la incertidumbre, la desinformación… con todos los recursos sociales, científicos, médicos y gubernamentales aunados combatiendo contra el virus y Miguel Bosé, nos parecía casi escatológico tratar de vender cerveza artesana para combatir el cáncer. No, no parecía oportuno. Sonaba raro. Todo era ‘coronavirus, coronavirus, coronavirus, coronavirus…’, el resto de enfermedades ya no existían.
Por otro lado, Attack the Krab!! no solo no era rentable, sino que era un proyecto estresante y agotador para una distribuidora de nuestras dimensiones, porque consistía en vender muchos litros de una misma cerveza elaborada expresamente para ello, en colaboración con una cervecera*, en un mercado que solo quiere novedades.
Todo eso me había ido desinflando.

El caso es que la pandemia y sus efectos en la población pusieron el foco sobre otra salud: la mental, de la cual no se habla nunca porque está rodeada de tabúes y prejuicios y mitos.
Y sentí de nuevo la necesidad de hacer algo, quizá como el clavo al que agarrarme para intentar ilusionarme con algo. Mi propio diagnóstico de esa enfermedad sin sintomatología visible que te deja sin ilusión también tuvo mucho que ver en todo esto. Pretendía hacer de mi redención mi salvación.
Y, claro, yo sólo sé vender cerveza, así que ¿qué otra cosa iba a hacer? Bueno, también sé hacer huevos fritos con jamón y cambiar un enchufe, pero no le veo la utilidad en este caso, así que decidí volver a vender cerveza.

Tenía claro que no quería volver a verme sentada sobre 1.000 litros de cerveza embotellada con fecha de caducidad frente a un mercado que desecha las birras tras beberls una sola vez.

Para la primera Attack the Sadness!!, que salió en febrero o marzo, no recuerdo, apliqué otra fórmula: fui comprando a demanda, o sea, al ritmo al que se agotaba, parte de un lote de cerveza que ya circula en el mercado y que etiqueté con un diseño de mi amiga Dintel. Menos riesgo, así, pues, menos presión.

Entonces, un día recibo un correo de una tal Lourdes (????) en el que me propone rodar un documental sobre las mujeres cerveceras (!!!!!!!!), una especie de Road Movie. Esa tal Lourdes resultó ser Lourdes Picareta, una directora y guionista súper prestigiosa y experimentada de ARTE TV.

Dije que sí, que claro, que por supuesto, que por descontado, que cómo no, que encantada, que SÍIIIIIII!!!

El documental, que fue metamorfoseándose y evolucionando con los días y los kilómetros y las charlas, me daba la oportunidad de poner a prueba muchos aspectos de mí misma, como las habilidades sociales, que no me sobran, y mi desinhibición ante la cámara, pero también me obligaba tratar de darle forma definitiva a un tema que hace tiempo que rondo: la mujeres en el sector de la cerveza craft.

El rodaje también me daba la oportunidad de visitar la casa de las chicas de Bailandera.
Y entonces se me encendió la bombilla… ¿Y si hacemos expresamente una Attack the Sadness!! para el documental??? Sería una buenísima promoción para la birra, para Bailandera y, además, para el reportaje sería un plus mostrar cómo se trabaja ‘de verdad’ en una fábrica de cerveza artesana.

Cuando les propuse elaborar una Attack the Sadness!!, las ccinco (Lourdes y Bailanderateam) dijeron que guay!!!

Sí, en Bailandera son todo mujeres, pero no es una causa ni lo usan como claim. Y es que esto no va de feminismo ni machismo ni de sororidad ni de discriminación; es casualidad, se ha dado así.

“Si un día un hombre se interesa por entrar en la cooperativa y se dan las condiciones adecuadas, pues entrará”.

A algunas de las integrantes de Bailandera las conocía ya… Con Clara había coincidido en uno de esos eventos capciosos cultural organizados por ‘una de las grandes’ para aparentar que promueven la cultura cervecera.
A Ana la conocía, sin yo saberlo, de una de las catas virtuales organizadas con Edgar.
Sobre Bailandera sabía algo de lo que tenían montado allí, en la Sierra Norte de Madrid, en Bustarviejo… un pueblo, por cierto, donde los indicadores de la carretera desaparecen al aproximarse ‘extranjeros’ y los GPS enloquecen y te meten con el coche por terraplenes, barrancos, despeñaderos, etc, etc… y entonces empiezas a pensar que a la gente de Bustarviejo no les gustan las visitas.

Sabía que a Bailandera les iba el rollo ecológico, rastas, cooperativista, agitación de conciencia, indie, contracultura, militancia, compromiso social, anticapitalismo, cortes de pelo asimétricos… todas esas cosas que cuando se dan juntas y en exceso, suelen ser de paripé y mercadotecnia, y que en este caso se dan en su justa medida porque es de verdad.

Ahora que he estado tras las bambalinas de Bailandera, puedo decir que es más que una pequeña fábrica de cervezas. Bailandera es la concreción ideológica de un grupo de chicas muy diferentes entre sí pero con muchas cosas en común, como la pasión por la cerveza artesana, la capacidad del trabajo duro, el idealismo pragmático, el valor y las ganas de realizarse.

Además:

  • Todas se exiliaron de la ‘gran ciudad’ buscando el medio rural.
  • Todas se sentían ahogadas en proyectos de vida que habían dejado de ser vitales.
  • Todas buscaban un proyecto que les apasionara.
  • Todas tenían claro que su vida laboral no podía impedirles desarrollar su vida privada, eso que ahora se llama ‘conciliar’ y que nos robaron cuando nos impusieron ídolos paganos como ‘la empresa’, ‘el éxito social’…
  • Todas querían una forma de relación laboral distinta a la habitual, de igualdad y horizontalidad.

Nos importa DÓNDE LO HACEMOS, porque queremos habitar el espacio que vivimos, el pueblo de Bustarviejo en la Sierra Norte de Madrid, por lo que allí está nuestro sitio.

Ana Lázaro: “Yo vengo del mundo audiovisual, en Madrid. Con la crisis, mi trabajó se prostituyó más y solo hacía cosas que no me interesaban y además mal pagadas. Entonces, me llegó el parón de la maternidad y lo aproveché para replantearme mi vida. Además, había venido a vivir a la sierra, a unos 70kms de Madrid, y tenía claro dónde quería estar.”

Ana y Clara son amigas desde hace muchos años. Clara se había ido a vivir a Bustarviejo tras la estela de Ana y también había sido madre. Clara ha estudiado arquitectura y, pese a que se siente afortunada porque casi se dedicó en exclusiva a proyectos de restauración, algo que le apasiona, estaba también en plena ‘crisis existencial’, decidiendo cómo quería que fuera su vida en adelante.
Ana y Clara, cercanas al movimiento do it yourself, hacían cerveza casera para autoconsumo y les apasionaba, así que decidieron intentarlo con la cerveza artesana y se embarcaron en la aventura Bailandera.

Con el tiempo llegaron las otras dos componentes del cuarteto Bailandera.

“Algunas veces nos preguntan si tenemos a un hombre contratado para hacer la cerveza, entonces, nosotras sacamos este cuadrito, que lo llevamos a todas las ferias.”

Carmen Cuéllar, 40 primaveraveranosotroñosinviernos, “desde hace 5 me dedico a la cerveza artesanal. Antes trabajaba en consultorías de empresas y cambié mi vida para poder vivir en el medio rural, y para trabajar dentro de un modelo cooperativo en algo que me apasiona: la cerveza artesana.”

Beatriz Pérez, 43 años, llegó a la cerveza artesana de manera fortuita. Ella había decidido cambiar el rumbo de su vida pero no sabía hacia dónde dirigirla, Beatriz huía de la ciudad, “así que tenía claro que quería desarrollarme en el medio rural, y también que quería cooperativismo” pero no sabía a qué dedicarme, hasta que “una IPA me cautivó, no sabía lo que estaba tomando, y ahí se fusionaron las dos cosas: mi intención de un proyecto con otras formas de relación laboral y la pasión por la cerveza artesana”.

Durante las horas, birras, cenas, comidas, algunas por encargo y otras en el restaurante de Bailandera, en la plaza más bonita del pueblo… que duró el rodaje, hablamos mucho ante la cámara pero mucho más detrás. A mí me fascinaba que no surgieran conflictos, que no se dieran roces. Cuando no hay una jerarquía y todos tienen voz y voto, es fácil que se llegue al bloqueo, al colapso. Indagué sobre ello.

Nos importa CÓMO LO HACEMOS, de manera horizontal,
desde una cooperativa formada por cuatro mujeres en la que todas somos iguales.
Aunque no hagamos lo mismo, valemos lo mismo y cobramos lo mismo.

Ana me explicó que funcionan como una ‘dictadura rotativa’. Es decir, cada trimestre una de ellas toma las riendas y reparte tareas y horarios.
-¿Y no hay problemas?
-No, somos amigas, todas conocemos las circunstancias del resto del equipo y pautamos de la forma que sea más beneficioso para todas. Es más, lo habitual es que quien en ese momento toma las decisiones, se quede los peores horarios y las tareas más duras.

Los pelos como escarpias.

Clara de Bailandera con el cuadro Maestras Cerveceras

Clara, de Bailandera, con el cuadro que llevan a las ferias ‘Somos MaestrAs CervecerAs.’

Una de las cosas que más admiro de Bailandera es que no se han dejado arrastrar por las corrientes del mercado craft. Son conscientes de sus limitaciones técnicas y no intentan abarcar lo que no pueden apretar. Saben que sus cervezas no pueden competir en las estanterías friquis, también saben que sus cervezas no pueden viajar muy lejos… y han adecuado su porfolio a sus circunstancias.

Elaboran Pale Ale, cerveza de trigo suave, alguna saison, una IPA… todo sin extremismos, porque su público no los quiere.

Elaboran cervezas ‘bebestibles’, para todos los públicos, ‘comprensibles’ y económicas, perfectas para servir en su bar, en una preciosa plaza llamada de la Constitución. El local es más bien pequeño y no destaca por nada, pero su jardín, abierto durante el buen tiempo, es sencillamente ESPECTACULAR. La oferta gastronómica del restaurante sigue la misma filosofía de sus cervezas: sostenibilidad, interacción con el entorno, productos de calidad, frescos y de proximidad.

Bailandera es la empresa más pretenciosa que ha conocido jamás. Sus aspiraciones son muuuuuuuuuuy ambiciosas, indecentemente ambiciosas, antisistémicamente ambiciosas. Bailandera pretende que sus integrantes:
– se sientan realizadas
– en un proyecto que les apasiona,
– subsistir
– y, para colmo, hacer todo esto acompañadas de amigos.

Sus objetivos a corto, a medio y a largo plazo son:
Que Bailandera se consolide y se estabilice al fin, mejorar sus instalaciones para trabajar con más seguridad y confianza, y para poder a elaborar muchas cervezas diferentes, muy buenas, experimentar… También aspiran a seguir siendo un actor importante en la divulgación de la cultura cervecera en este país.
Pero Bailandera va mucho más allá y ambiciona también ser un referente de cooperativismo y de los proyectos autogestionados, un modelo de una estructura empresarial que permita otros tipos de relaciones laborales.

Y, bueno, volviendo a Attack the Sadness!!, el caso es que les propuse hacer la cerveza y casi antes de que acabara de decir la frase, ya me habían dicho que SÍ.

Attack the Sadness!!

La cerveza que recauda fondos para ayudar a quienes padecen depresión.

impliK2 & Bailandera Attack the Sadness!! se trata de una saison con canela y piel de naranja, de 4,5%Alc/Vol, una cerveza muy bebible, bastante seca, sabrosa pero ligera, y muy para todos los públicos.
La etiqueta es una aportación de nuestro amigo Kamon, que ya ha participado anteriormente en otras cervezas solidarias de impliK2.

Por supuesto, contamos con la súper colaboración, de Edgar Rodríguez, de El Racó d’en Cesc.
Desde ya, os doy las gracias a todos los que, de una u otra forma, nos apoyáis en estos proyectos, ya sea comprando un par de botellas, ya sea hablando de ellos, compartiéndolos en redes… etc, etc, etc.

El mérito de Bailandera & impliK2 – Attack the Sadness!! es exclusivamente de Bailandera. El que esté tan buena como está y a que haya llegado puntual, se debe única y exclusivamente a que estas 4 mujeres, además de apasionadas de la birra y de la vida, son unas pedazo de profesionales.

Los beneficios obtenidos de la venta de esta birra, tanto por parte de Bailandera como de 2D2Dspuma, se destinarán íntegramente a:
Salut Mental Catalunya www.salutmental.org
(Esta información no consta en la etiqueta por acuerdo entre Salut Mental Catalunya y Attack the Sadness!! porque nos exigían revisar y aprobar el diseño y nos pondrían límites y vetos, lo cual nos parece absolutamente lógico, pero nosotros queremos ser libres para gamberrear cuando nos plazca.)

* Las cerveceras qeu colaboraron con Attack the Krab!! fueron: Santa Pau Ales, El Oso y el Cuervo, Sevebrau, y Cervezas Althaia. Desde aquí mi reconocimiento y mi gratitud.

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La calidad en la cerveza, según Lola Jarandilla

Me pide Susana que escriba sobre la calidad de la cerveza o, mejor dicho, sobre qué es para mí la calidad en la cerveza. Gracias, Susana, por pensar que yo tengo algo que aportar en ese sentido.

No siendo productora de cerveza, mi opinión va a ser mucho menos técnica que la de otros y otras profesionales que han arrojado luz sobre este tema tan controvertido. Digo controvertido porque, seamos sinceros, a ningún cervecero le gusta oír que su cerveza es mala ¿verdad?
Así que empecemos por nombrar algo que hace mucha mucha mucha falta a la hora de hablar de cerveza de calidad: LA HUMILDAD.
Humildad para entender que no todo lo que se hace con gran voluntad, ni todo lo que se hace con excelente materia prima, ni todo lo que se hace con medios modestos tiene por qué ser siempre bueno, aunque, sin duda, si se reúnen ciertos requisitos, el “guiso” tiene muchas papeletas para ser un gran producto. Pero asociar ya de entrada el término calidad al mérito que supone parir una cerveza artesana… pues me temo que no todos los niños que nacen son guapos (excepto para sus padres).
Yo he observado diferentes fases dentro del mundo de la cerveza en España, siempre desde mi posición en la barrera. Mi opinión está basada en lo que he vivido en mi trabajo desde hace más de veinte años y en la documentación más antigua que tengo a mi alcance. Y también en lo que vivo como consumidora.
Me consta que los primeros maestros cerveceros en España (no hablo de maestras cerveceras porque en los años sesenta la representación femenina casi brillaba por su ausencia) también ejecutaban sus recetas, a mano, en base a su sabiduría y su gusto y se cocinaba como ahora otros nuevos cerveceros cocinan, en pequeñas fábricas.
Más adelante, el técnico cervecero, frente a la superioridad de las máquinas responsables de una producción estandarizada, demandada por el mercado, dejó paso durante bastantes años a los nuevos reyes de la “calidad” de la cerveza: el personal de Marketing y sus campañas basadas en algo que poco tiene que ver con la cerveza. Hubo un tiempo en que el éxito de un producto la marcaba un pato que hablaba…
Pero gracias a la nueva revolución cervecera en España de hace menos de diez años (con contadas excepciones de profesionales más veteranos), surgen nuevas recetas, nuevos maestros, nuevas maestras, nuevas materias primas, nuevas referencias, nuevos debates… se comienzan a desarrollar tantas recetas, tantos estilos, tanto de tanto, que ya no se sabe qué es bueno, qué es malo, qué es regulero….
Un producto que se basa en algo tan subjetivo como es el gusto, el olor, el tacto, la vista y las ganas, no puede denominarse bueno o malo sin más, solo ateniéndose a los parámetros de calidad técnicos.
Para conseguir esa calidad, hay que meter en la coctelera una buena dosis de CONOCIMIENTO y FORMACIÓN, siguiendo con la EXPERIENCIA necesaria en toda profesión. Aderezamos con la PERSONALIDAD que se necesita para la impronta del producto.
No olvidemos contar con el atributo que destaqué al principio: HUMILDAD para reconocer cómo mejorar y no pensar que está todo ya aprendido. Y, por supuesto, la PROFESIONALIDAD que requiere un producto destinado al consumo y al disfrute y, digo yo, a la rentabilidad de quien lo fabrica.
Las varas para medir la calidad, por parte de expertos en la materia, podrían ser el EQUILIBRIO necesario para que el producto no chirríe, la ORIGINALIDAD necesaria para que destaque sobre otro y la ESTABILIDAD para que no sea una mera casualidad.

Lola Jarandilla

Responsable de Gestión y Administración
Asociación Española de Técnicos de Cerveza y Malta (AETCM)
AETCM-LAB
Revista “Cerveza y Malta”
Escuela Superior de Cerveza y Malta (ESCYM)

Lola Jarandilla

Y si hablamos de calidad, no olvidemos que la cerveza es un producto destinado al consumidor y que para apreciar la calidad de cualquier producto, el consumidor tiene que tener experiencia en ese producto. ¿De verdad pensáis que alguien es realmente experto en el mercado actual de la cerveza denominada artesana?
¡Pero si estamos en pañales!
Todas estas reflexiones en voz alta me llevan a pensar que el término calidad es profundamente íntimo y personal, con una analogía profunda con el séptimo arte: yo, en mi adolescencia, veía las pelis de Darío Argento con una litrona de algo infumable en la mano y me parecía que era lo mejor del mundo. Sin embargo ahora, ya mucho menos adolescente, pongo cara de
póker si no veo la peli en versión original o desarrollo instintos asesinos si alguien dice aquello de “pero es que esto no es cerveza” cuando su cerebro alienado prueba una cerveza artesana que yo estimo “de calidad”.

Así que termino, aunque el tema da como para escribir un libro (Susana, anímate), con una sencilla deducción: que en el mundo cervecero hay mucho por aprender y que la calidad la puede también regir, por qué no, esa sonrisa que pones al entrecerrar los ojos y disfrutar de lo que te estás tomando.


Sobre mí:

Llevo desde 2001 trabajando en el mundo cervecero, participando en diferentes áreas, aunque confieso que no comencé a beber cerveza asiduamente hasta que comenzaron a proliferar en España (por parte de todo tipo de cerveceras, artesanas y no tanto) una serie de estilos que cuadraban más con mi gusto personal y con mi faceta de desarrolladora de recetas y maridajes con cerveza.
Soy firme defensora de que la cerveza artesana debería salir de la “marginalidad” de producto de culto, para que todo tipo de hostelería, y no solo los establecimientos especializados, la
incluyesen en su carta como un valor añadido, formando profesionales que puedan aconsejar con qué combinar o qué estilo aconsejar según los gustos del consumidor. Esa es la gran
asignatura pendiente (y difícil de resolver, lo sé).

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No confundir el lúpulo con el pis, por favor.

Domingo. Calçotada: Amigos, birras, sol (muchas pecas) y calçots. Bueno, y calamares en salsa americana,
queso cortadito en tacos, coctel de encurtidos (qué nombre más in para un montón de aceitunas
mezcladas y pepinillos y cebolletas), patatas al caliu, alcachofas, calabacín, pimiento… Y de postre, brazos de gitano de varios sabores, café… 

Domus Aurea, cerveza con mucho lúpulo

Ellos ponían los calçots, yo las birras.

Los amigos mariposeando por los alrededores de la nevera playera con el abridor en la mano.

-A ver qué cervezas nos has traído hoy…

-A ver qué cervezas nos has traído hoy…
-A ver qué cervezas nos has traído hoy…
-A ver qué cervezas nos has traído hoy…
-¡Ya veréis qué buenas!

-A mí me gustan esas que tienen sabor a…. a…

¿?

-Sí, hombre, que llevan una cosa que se llama…

-¿Con frutas y eso?

-No, no… eso que llevan que tiene un sabor como…como a… sí, como si fuera marihuana…

-¡Ah, lúpulo!, lo que te gusta es el sabor a lúpulo…

En ese momento saco una Domus Aurea* de la nevera playera y la pongo encima de la mesa.

Mi amiga se queda muy seria. Mira la etiqueta fijamente. Me mira a mí. Vuelve a mirar la etiqueta.

-Yo no quiero.
Y los músculos de su cara poco a poco construyen un asco profundo.

-¿Qué pasa? –le pregunto.

-Nada, pero de esa no quiero.

-Pero, ¿por qué?

-Si te gustó mucho la otra vez que la bebiste –insisto yo.

-¿Domus Aurea? ¿Eso no es lo del pis?

Yo esa cerveza no la quiero.

Domus Aurea, cerveza muy lupulizada

-No, mujer, eso es la urea.

-Ah, vale, entonces sí quiero.

*Durante un tiempo, la Domus Aurea fue un referente de las cervezas IPA, con un aromazo y saborazo a lúpulo rico que echaba patrás.