Domingo. Calçotada: Amigos, birras, sol (muchas pecas) y calçots. Bueno, y calamares en salsa americana,
queso cortadito en tacos, coctel de encurtidos (qué nombre más in para un montón de aceitunas
mezcladas y pepinillos y cebolletas), patatas al caliu, alcachofas, calabacín, pimiento… Y de postre, brazos de gitano de varios sabores, café…
Ellos ponían los calçots, yo las birras.
Los amigos mariposeando por los alrededores de la nevera playera con el abridor en la mano.
-A ver qué cervezas nos has traído hoy…
-A ver qué cervezas nos has traído hoy…
-A ver qué cervezas nos has traído hoy…
-A ver qué cervezas nos has traído hoy…
-¡Ya veréis qué buenas!
-A mí me gustan esas que tienen sabor a…. a…
¿?
-Sí, hombre, que llevan una cosa que se llama…
…
-¿Con frutas y eso?
-No, no… eso que llevan que tiene un sabor como…como a… sí, como si fuera marihuana…
-¡Ah, lúpulo!, lo que te gusta es el sabor a lúpulo…
En ese momento saco una Domus Aurea* de la nevera playera y la pongo encima de la mesa.
Mi amiga se queda muy seria. Mira la etiqueta fijamente. Me mira a mí. Vuelve a mirar la etiqueta.
-Yo no quiero.
Y los músculos de su cara poco a poco construyen un asco profundo.
-¿Qué pasa? –le pregunto.
-Nada, pero de esa no quiero.
-Pero, ¿por qué?
…
…
-Si te gustó mucho la otra vez que la bebiste –insisto yo.
-¿Domus Aurea? ¿Eso no es lo del pis?
Yo esa cerveza no la quiero.
…
…
…
-No, mujer, eso es la urea.
-Ah, vale, entonces sí quiero.
*Durante un tiempo, la Domus Aurea fue un referente de las cervezas IPA, con un aromazo y saborazo a lúpulo rico que echaba patrás.