Brewdog y su legado.
Hace unos días me abrí una cerveza de Brewdog que llevaba un tiempo reservando, pensé que me lo merecía. Se trataba de la Abstrakt AB:20, una locura de cerveza. Blend entre un barley wine inglés con café, avena y leche y una Imperial Stout envejecida en barricas de ron. El resultado es un pepinako bastante denso de 14% Alc/Vol, que pasan desapercibidos y que me llevó a reflexionar largo y tendido sobre la gente que había conseguido elaborar esta joya: Brewdog.
Soy un friki de Brewdog. Sí, no me duele reconocerlo aunque últimamente esté mal visto. Formo parte de una “generación” de beergeeks que descubrió qué era la cerveza artesana de la mano de la cervecera escocesa.
Explicaciones de por qué sucedió así y no con alguna cervecera nacional o incluso otra cervecera internacional habrá muchas pero a mi parecer se reduce a algo tan sencillo y tan peligroso como el márquetin.
Desde sus inicios, Brewdog adoptó un discurso agresivo e irreverente en sus mensajes publicitarios.
Antes de probar mi primera cerveza de Brewdog, ya había catado infinidad de belgas e inglesas de corte clásico y me gustaban, me gustaban mucho, y les debo a ellas tanto como a Brewdog, pero no fue hasta que probé la primera Punk que pensé que había algo más en el mundo de la cerveza artesana y que valía la pena investigarlo.
Hay muchas y muchos como yo. La mayoría ha renegado de la cervecera escocesa y preferirían tomarse un truñaco industrial antes de que les vieran tomarse algo de Brewdog. ¡¿Qué dirán de ellos?!
Les dirían que se han vendido al establishment, porque lo que está de moda ahora no es comprarle a una gran compañía; lo que está de moda es apoyar al pequeño cervecero que se curra todo el proceso de elaboración y que suda sangre para ir a cuantas más ferias mejor para dar a conocer su producto (a estos también les admiro, pero es otro tema). Lo que no acabamos de comprender es que sin Brewdog (ni muchos otros como Mikkeller), el boom del sector craft en España sería mucho menor o, al menos, nos hubiese tomado más tiempo llegar al buen nivel actual. De una forma u otra habríamos llegado pero la realidad es que Brewdogsupuso un antes y un después en lo que respecta al sector craft tanto a nivel nacional como internacional. El carácter desenfadado, las campañas de márquetin (en ocasiones cuestionables), sus cervezas irreverentes y extremas… consiguieron que los amateurs viéramos con otros ojos ‘esto’ de la cerveza artesana, que se alejaba ligeramente de la inamovible tradición belga de hacer siempre lo mismo.
Brewdog, el perro que hace cerveza.
Los chicos de Brewdog construyeron una imagen corporativa alrededor del movimiento punk, en contra de lo establecido enfrentándose con el conservadurismo del sector cervecero inglés. Consiguieron cambiar el concepto de la cerveza artesana de todo un continente. Y hemos llegado al punto de que han tenido tanto éxito que están siendo cuestionados y nos preguntamos cuánto de punk les queda. Es difícil defender una ética empresarial basada en el “do it for the people” cuando obtienes millones y millones de beneficio cada año. Es difícil pero no creo que sea imposible.
El problema no reside en cómo enfocan su negocio, sino en cómo lo percibimos los demás. Si uno quiere convencerse de que Brewdog ya no es lo que era, que se han vendido al godo, y decide no comprar más sus cervezas, está en su derecho, cada uno hace lo que quiere con su dinero, pero no me parece lógico.
Brewdog empezó el año pasado la iniciativa de donar el 20% de sus beneficios a sus trabajadores y a distintas organizaciones sin fines de lucro. ¿Por qué lo hacen si son tan peseteros? ¿Para lavar su imagen? ¿Cuántos de nosotros realmente lo haríamos?
Por mi parte, entiendo que si posees una empresa con el volumen de facturación de Brewdog te encuentras siempre en la cuerda floja, cualquier acción que tomes creará controversia por insignificante que sea y hay que saber vivir con ello, lo vimos recientemente cuando decidieron cambiar su distribuidor en España. Creo que han aprendido a manejar esta situación de la mejor manera posible: combinando una estética medianamente punk con un enfoque puramente comercial y centrado en generar dinero y crecer, que es, al fin y al cabo, a lo que se deben las empresas.
Seguramente muchos recurrirán al manido argumento de que sus cervezas ‘ya no son lo que eran’. Sí, sus cervezas no son las que eran, tú tampoco y el ecosistema cervecero menos. ¿Es que no hemos evolucionado nada?
Es innegable que sus cervezas han bajado de calidad, todos sabemos que la Punk de ahora no es la misma de antes, que no tendrían que haber dejado de fabricar la Hardcore y que no saben hacer cervezas ácidas. Pero todos estos ‘fallos’ forman parte de su evolución. Necesitaban una cerveza fácil, para todos los públicos y que iniciara en esto del craft beer a los de lager truño, pues ya la tenían. Consideraron que debían dejar de fabricar la Hardcore porqué el mercado había evolucionado hacia otro tipo de Imperial IPA, así que lo hicieron y sacaron alternativas (Born to Die, Native Son, Hello my Name is…) que, pese a no estar al nivel de su predecesora, se dejaban beber. Recientemente han empezado a sacar cervezas de corte ácido y hacen unas Imperial Stout que son la leche, como las Paradox o la Tokyo*. Lo importante es evolucionar.
Punk IPA es la IPA con la que empezamos casi todos.
Pero ya no es la misma.
Otros dirán que las cervezas que se salen de la gama base son mucho más caras. Volvemos otra vez al mismo problema de percepción. Todas las cerveceras con cierto recorrido y experiencia cuentan con una línea de cervezas “Premium” o “Pepinakos” que valen un ojo de la cara comparadas con la gama base. Sin moverme de la silla del mostrador de la tienda, veo estas: Stone, Brooklyn, Baladin, Mikkeller. Creo que a estos no les recriminamos tanto los precios, ¿no? También podemos hablar de la tradición nórdica de elaborar pale ales de 5€ o de la técnica mikkellariana de ‘hago una cerveza, la envejezco unos meses en 25 licoruchos distintos y te la vendo a 14€ la pieza’. Como buen friki vas a quererlas todas y ahí caemos muchos. Y que caigamos permite que el sector evolucione.
Si somos conscientes de en qué nos gastamos ese dinero, sufriremos menos decepciones.
Mi conclusión es sencilla: la mayoría hemos probado lo suficiente ya como para seguir bebiendo Punk. Hay que interiorizar que no podemos esperar que la gama base de cervezas de Brewdog sea espectacular y no podemos odiarles por ello, porque no deja de ser una empresa y es normal que así sea. Lo que sí podemos hacer es disfrutar de sus buenas cervezas, porque también tienen de esas aunque muchos no se atrevan a probarlas por si las acaban disfrutando. Brewdog elabora muchísimas cervezas al cabo del año y todo beergeek debería intentar probar la mayoría de ellas. Especialmente, su línea de cervezas Abstrakt, las Paradox y todas aquellas que se salgan de lo ordinario merecen la pena una revisión, porque han llegado donde están por hacer buena cerveza, no lo olvidemos.